Un amanecer claro dio paso a un día caluroso, como casi todos los días que existían en las minas de hierro. El grifo Nanai-Shai tiraba de su carro, una y otra vez, sacando menas de hierro del interior de las minas, bajo los chasquidos del látigo de los capataces. En uno de aquellos viajes, el gran grifo observó como uno de los capataces golpeaba incesantemente a uno de los suyos. Una hembra de cierta edad, que ya no servía para dar descendencia, pero que sí servía para sacar mineral de las minas. En la sociedad de los grifos, los jóvenes tenían mucho respeto para los grifos ancianos, y ver aquello, ver como la hembra yacía en el suelo, mientras el capataz la golpeaba una y otra vez con un grueso bastón de madera, enfureció al grifo.
Con un potente rugido, Nanai-Shai se encabritó sobre sus patas traseras. Con su fuerte pico, rompió las ataduras que le aprisionaban al gran carro de mineral. El capataz que iba con él, al ver aquella demostración de fuerza en un animal poco alimentado y exhausto, se asustó y salió corriendo hacia los barracones, pidiendo ayuda. Nanai-Shai se acercó al capataz que golpeaba a la hembra, que no se había percatado de nada. Sin un solo aviso, sin ningún tipo de piedad, Nanai-Shai levantó sus garras delanteras, en forma de garra de águila y descargó dos potentes zarpazos contra la espalda del capataz. Con un grito ahogado, el cuerpo del capataz cayó al suelo, con enormes surcos abiertos en su espalda, por donde se desangraba.
La hembra yacía en el suelo, respirando con dificultad, debido a la paliza que le había dado el capataz. Nanai-Shai se acercó a cabeza a la de ella, para darle ánimos.
- ¿Porqué lo has hecho?,- dijo la hembra en su idioma telepático.
- Es lo que tenía que hacer,- dijo Nanai-Shai. No voy a permitirles que sigan haciendo esto.
- Pero ahora, tú estás en peligro. Te castigarán a ti.
- Mejor yo que tú,- dijo el grifo.
De repente, un zumbido y un intenso dolor en la grupa del grifo, alertaron a Nanai-Shai del ataque. Uno de los humanos había disparado una flecha contra él, clavándola en la grupa del animal. El grifo se volvió enfurecido, levantando su garra para luchar contra los humanos. Si iban a matarle, moriría matando a sus esclavistas.
Varios humanos le rodearon, empuñando largos bastones y espadas, mientras dos más le apuntaban con arcos. Nanai-Shai luchó contra los humanos, despedazándolos con sus garras y con su pico. Luchó como habían luchado sus antepasados, con furia y presteza. Había matado a varios humanos cuando sintió varias corrientes de dolor en su cuerpo. Dos flechas más se habían alojado en él. Una en el pecho y otra en un costado, llegando a perforarle uno de sus pulmones. Respirando con dificultad, Nanai-Shai se acercó a los humanos para acabar con ellos, cuando una voz gritó en su mente.
- ¡No seas loco! ¡Huye!,- dijo la hembra.
- No. Moriré luchando. Moriré matando.
- Debes huir, Nanai. Debes hacerlo por nosotros. Debes vivir y morir libre.
Varios humanos se habían acercado más hacia el grifo herido. Nanai-Shai los miró indeciso, casi convencido de hacer caso omiso de la hembra. Pero la idea de poder volar libre y morir como un ser libre, pudo más que su deseo de venganza. Con un agudo grito, Nanai-Shai desplegó sus poderosas alas y, con un gran salto, se elevó sobre los humanos, volando hacia el cielo, volando hacia la libertad. Varias flechas pasaron a su alrededor y dos más le hirieron, pero ya no importaba nada, el grifo volaba hacia el sur, hacia la libertad. Sabía que iba a morir, pero, aún así, estaba feliz. Moriría siendo libre.
Mientras, en el suelo, uno de los capataces se acercó a la hembra, empuñando un gran hacha de dos manos. Con una mirada de desprecio, el humano levantó el hacha y la descargó sobre el cuello del animal. Lo último que vio Nanai-Shai antes de desaparecer en el horizonte, fue la cabeza de la hembra rodar en el suelo, alejándose de su cuerpo muerto. Dos lágrimas cayeron de sus ojos, mientras el grifo volvía la vista hacia el frente, hacia su libertad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario