jueves, 8 de mayo de 2008

10. El final del Maestro Kler

Wulbaif se lanzó hacia el foso, aterrizando entre los vampiros. En su caída, arrastró a algunos hacia el suelo. Cuando se levantó, degolló a uno de los vampiros con su espada. Mientras el vampiro se deshacía, absorbido por la espada, el resto se apartó de ambos guerreros. Zadhar miró a Wulbaif, mientras el paladín le tendía su hacha. El guerrero la cogió. Una sonrisa apareció en sus labios. Ambos se pusieron espalda contra espalda, mientras volvían a atacar a los vampiros.
Mientras Jezabell había creado un campo de fuerza mágico, que impedía que las gárgolas les atacasen desde todos los lados. Las gárgolas se estrellaban una y otra vez contra el campo de fuerza. Jezabell mantenía las manos levantadas, para que el campo de fuerza no cayera. Pero no podría aguantar mucho tiempo más.
- ¡Daos prisa!,- gritó la bruja. No puedo aguantar eternamente.
Alzando las manos, Namis se concentró en las fuerzas de la naturaleza. Invocó el poder de las plantas de la zona. Tras un temblor del suelo, varias raíces gruesas surgieron de la roca, atrapando a dos de las gárgolas, que quedaron aprisionadas en el suelo, luchando por liberarse. Aún quedaban seis más. Era el momento de Torvald. El enano extrajo una de sus hachas arrojadizas. Torvald la lanzó con rapidez hacia una de las gárgolas que les sobrevolaban. El hacha hendió el cráneo del monstruo, que cayó al suelo muerto, donde se hizo añicos. Después, empuñando su espada, se lanzó hacia las cinco que quedaban.
En el foso, Wulbaif y Zadhar luchaban contra los vampiros. La destreza de ambos luchadores era muy superior a la de sus enemigos. Mientras las hachas encantadas del guerrero cercenaban cabezas, la espada mágica del paladín les absorbía la fuerza vital. En el suelo se amontonaban los montones de ceniza de los vampiros, con los cadáveres de los zombies y las víctimas del horrendo placer del Maestro Kler.
Torvald, al salir del campo de fuerza, hizo que las gárgolas le atacaran todas a él. Aquello hizo que Jezabell pudiera liberar el hechizo y lanzar otro contra aquellos seres de piedra, para ayudar al enano. La bruja dirigió sus manos hacia el grupo de gárgolas que sobrevolaba a Torvald, y se concentró en su siguiente conjuro.
- Gradork thain gamarc athiarii,- dijo la bruja en el extraño idioma de la magia negra.
Dos formas espectrales surgieron de sus manos. Dos fantasmas de sombras, que se dirigieron hacia el grupo de gárgolas. Los espectros consumían el pétreo cuerpo de las gárgolas, allí donde les tocaban. Torvald, mientras, luchaba contra dos de ellas, manteniéndolas a raya con su espada. A pesar de la ayuda de Jezabell, Namis sabía que el enano necesitaría más ayuda. Pero la elfa sabía que su magia estaba limitada allí dentro. Lo único que podía hacer era intentar distraer a las gárgolas de su objetivo principal: Torvald. Pero, aquello no funcionaría. Lo único que se le ocurrió…
Namis puso una flecha en su arco y disparó, pero no contra las gárgolas, sino contra una de las ventanas superiores. La flecha atravesó el aire y el cristal, rompiéndolo en mil trozos. Una ligera luz entró por la estrecha ventana. La luz de la luna. Era suficiente para su propósito. Dirigiendo las manos hacia las gárgolas, invocó el poder de los elfos nocturnos. Un rayo de luz lunar entró por la ventana rota, impactando contra dos de las gárgolas. Con un aullido de dolor, las gárgolas cayeron muertas al suelo.
Los enemigos estaban derrotados. En el foso, Wulbaif y Zadhar habían acabado con los vampiros, mientras que fuera, solo quedaban tres gárgolas. Dos de ellas estaban aprisionadas en las raíces que Namis había invocado, mientras que la otra, luchaba contra el enano. Torvald hundió la punta de su espada en el cuello de la gárgola, acabando con ella.
Lleno de ira, el Maestro Kler dio un fuerte grito de odio. Wulbaif fue levantado en el aire por una fuerza misteriosa, lanzado contra la pared del foso. El paladín se quedó allí, suspendido por alguna extraña fuerza mágica. Debido al golpe, su espada cayó al suelo. El paladín vio como, lentamente, la espada caía y se clavaba en el suelo del foso. Inmediatamente, la espada comenzó a generar la peligrosa niebla morada, al darse cuenta de que su dueño no podía luchar. Zadhar se acercó a Wulbaif, en una intención de ayudarle, pero el paladín le gritó para que no lo hiciera.
- ¡No!,- gritó Wulbaif. ¡No lo hagas! ¡No te acerques, Zadhar! ¡Sal de aquí, sal del foso! ¡No toques la niebla!
Zadhar miró a su amigo. El guerrero lanzó sus hachas por encima de la pared del foso y saltó, justo cuando la niebla llegaba a donde estaba él. Zadhar se cogió al borde del foso y, flexionando sus brazos, se levantó, hasta salir de allí.
- Quietos, o le mato,- gritó el brujo, cuando vio que los compañeros se dirigían hacia él.
Con un movimiento de sus manos, el brujo había hecho levitar una lanza que había junto a la pared, situándola frente a Wulbaif.
- No os paréis,- dijo Wulbaif. Matadlo. No os preocupéis por mí.
- Si lo hacéis, él morirá.
- De eso nada,- dijo Jezabell.
La bruja lanzó un rápido conjuro hacia el Maestro Kler. Una bola de fuego surgió de sus manos. Pero explotó antes de que llegase a su destino. Con una cruel risa, el Maestro Kler lanzó la lanza hacia Wulbaif. El arma atravesó el hombro derecho del paladín, haciendo que éste gritara de dolor.
- No podéis hacerme nada,- dijo el brujo. Mi campo de fuerza es impenetrable.
El brujo hizo levitar otra lanza, hacia el otro hombro de Wulbaif. El paladín gritó. Wulbaif estaba colgado en la pared, sangrando de sus heridas.
- Quédate ahí, General,- dijo el brujo. Te brindaré un fabuloso espectáculo con la tortura, el dolor y la muerte de tus amigos. Quizás así, sepas apreciar lo que una vez tuviste.
El brujo se giró hacia los compañeros.
- ¿A quién torturo primero?,- dijo el Maestro Kler. ¿A la bruja? ¿Al enano? ¿A la niña? No…., a la elfa, ¿verdad, General? Eran tus preferidas.
Wulbaif forcejeaba para soltarse, pero no podía. Las lanzas y el hechizo lo tenían aprisionado contra la pared.
- Ven hacia mí,- dijo el brujo a Namis.
La elfa comenzó a andar hacia el brujo, como sonámbula, sin poder detenerse.
- ¡No lo hagas, Namis!,- gritó Zadhar. ¡No vayas hacia él!
Pero la elfa no parecía oírle.
- ¡Para de una vez!,- gritó el guerrero. ¡Deja en paz a mis amigos, maldito!
El brujo reía mientras Namis se acercaba hacia él. Zadhar gritó desesperado. El guerrero se lanzó hacia sus hachas. Tras cogerlas, lanzó una hacia su hermano. El hacha voló directa hacia el campo de fuerza. El brujo sonreía, confiado en el poder de su magia, pero algo sucedió. El hacha tocó el campo de fuerza mágico y lo rompió, debido al poder del encantamiento que los magos de Dalaran habían efectuado sobre ella. Ante la mirada atónita del Maestro Kler, el hacha siguió su vuelo hacia él, clavándose brutalmente en su pecho. El brujo cayó al suelo, boqueando, mientras Namis despertaba de su extraño sueño. Zadhar se levantó del suelo y se dirigió hacia el trono. El Maestro Kler estaba allí. Aún vivía, intentando quitarse el hacha.
- No.., puede ser…,- dijo el brujo. Esto… no pue…de ocurrir…
- Estás muerto, hermano,- dijo Zadhar con desprecio mientras alzaba su otra hacha.
El arma bajó con rapidez, cortando el cuello del Maestro Kler. Aquel zombie que había matado a su familia llegó al final de su vida. La venganza de Zadhar se había cumplido. El guerrero sintió como un gran peso desaparecía de su corazón. Zadhar se dirigió hacia Wulbaif, para ayudarle.
- Ahora te saco,- dijo el guerrero.
- Aaaahh, no toquéis la niebla,- dijo Wulbaif.
- Esto te va a doler,- dijo Torvald.
Entre el enano y el guerrero, quitaron las lanzas que aprisionaban al paladín. Con un grito de dolor, Wulbaif fue alzado y sacado del foso. La sangre manaba de sus heridas, manchando su pecho y su espalda. La niña, que durante el combate había estado detrás de Jezabell y Namis, corrió hacia el paladín. Namis se arrodilló junto a él y, poniendo sus manos sobre las heridas, le curó con el poder de su magia. Una vez curado, Wulbaif se levantó.
Los pocos vampiros y hombres lobo que quedaban en el castillo, habían huido. Los compañeros liberaron al resto de los prisioneros y escaparon de aquel lugar maldito.

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