jueves, 8 de mayo de 2008

6. Atrapados

El amanecer de aquel día fue igual de tenebroso que el anterior. La niebla persistía, al igual que el frío. Tras un frugal desayuno, recogieron el pequeño campamento y montaron, para continuar su viaje. Wulbaif les relató su encuentro con el licántropo la noche pasada.
- ¿Cómo fue que no os atacó?,- preguntó Torvald.
- No lo sabemos,- dijo Zadhar. Igual estaba solo.
- No lo creo,- dijo Jezabell. Nunca van solos. Tal vez había otra causa para que no atacara.
- Creo que nos vigilaba,- dijo Wulbaif.
El paladín se había decidido a contar todo lo referente al vampiro y al Maestro Kler.
- Creo que ha llegado el momento de que os cuente algo.
Todos se quedaron pendientes de Wulbaif, mientras cabalgaban.
- ¿Recordáis lo que dijo Zhuomar sobre el vampiro que buscaban? Nos visitó la noche que volvíamos a Costasur.
- ¿De qué estás hablando?,- dijo Zadhar. Yo no lo vi.
- Ninguno de vosotros lo vio. Os dejó incapacitados con magia negra. Luché con él y lo maté.
- ¿Porqué no nos habías dicho nada?,- preguntó Jezabell.
- No quise asustaros. No sabía que repercusiones iba a tener aquella lucha. Zad, el vampiro, antes de morir, dijo que lo enviaba el Maestro Kler.
- ¿Cómo que el Maestro Kler? ¿A qué te refieres?,- preguntó Zadhar.
- Zhuomar me dijo que el Maestro Kler controla el Castillo del Colmillo Oscuro y que es el Amo de todas las criaturas malvadas del bosque. Pero no supo decirme quien era, porque no lo sabía.
Zadhar iba callado.
- Tal vez, sea algún familiar tuyo…
Wulbaif no pudo terminar la frase. El puñetazo de Zadhar le cogió por sorpresa, tirándolo del caballo.
- ¡No te consiento que digas eso!,- gritó Zadhar enfurecido. ¡Ni a ti ni a nadie!
- ¿Estás loco?,- dijo Jezabell indignada. ¿Qué diablos te pasa?
- Déjalo, Jezabell,- dijo Wulbaif mientras se levantaba del suelo. Tiene derecho a ponerse así.
- Si vuelves a insinuar que mi familia servía al Mal, te mataré yo mismo,- dijo Zadhar amenazando con una de sus hachas al paladín.
- Lo siento, Zadhar,- dijo Wulbaif. Pero lo que te he dicho, es la verdad.
- ¡Cállate!,- gritó el guerrero levantando el hacha.
La intención del guerrero era descargar un potente golpe contra la cabeza de Wulbaif, pero aquel golpe nunca llegó. Una flecha, lanzada por el arco de Namis, hizo que Zadhar soltara el hacha.
- Cálmate, Zad,- dijo la elfa.
- ¿Tú también te opones a mí?
- Nadie se opone a ti, muchacho,- dijo Torvald. Calma tus nervios.
Jezabell miraba asustada a su amigo. Nunca lo había visto así. Nunca lo había visto atacar a uno de ellos. Tal vez, Wulbaif tenía razón y había algo maligno que influía en la familia de Zadhar en aquel bosque.
La furia invadía el rostro del guerrero.
- ¿Sabéis qué? No os necesito. No necesito a nadie.
- Pero, ¿qué estás diciendo?,- dijo Namis.
- Dejadme en paz.
Zadhar espoleó su caballo y se marchó al galope, en dirección este, ante la mirada atónita de sus amigos.
- ¿Qué diablos le pasa?,- preguntó Torvald. ¿Se ha vuelto loco?
- Tenemos que seguirle,- dijo Wulbaif mientras montaba en el caballo. Está en peligro.
Pero, cuando iban a partir, el ataque se produjo. Infinidad de zombies y esqueletos surgieron de los árboles, asustando a los caballos y al carnero.
- ¡Es una emboscada!,- gritó Jezabell.
Wulbaif saltó del caballo, poniéndose ante la mujer. El paladín sabía que tenía que darle tiempo para preparar su hechizo, pues el ataque fue demasiado rápido. Wulbaif lanzó estocadas hacia todos los lados, hiriendo a sus enemigos, que caían fulminados por el poder de la espada, mientras Namis y Torvald se abrían paso hacia ellos. Jezabell, montada en su caballo, preparaba un hechizo que los sacara de aquel tremendo lío. Pero cuando iba a lanzarlo, un punzante dolor en su hombro izquierdo le hizo perder la concentración y el hechizo se anuló. La bruja pudo observar, antes de caer del caballo, a un enorme zombie en la linde del camino, con un gran arco. Jezabell tenía una flecha clavada en el hombro. La mujer cayó al embarrado suelo. Instantes después, su cuerpo comenzó a convulsionarse.
Namis vio caer a Jezabell. La elfa decidió que había llegado el momento de utilizar sus poderes sagrados. La elfa era una druida muy experimentada entre los suyos, capaz de adoptar diversas formas animales para combatir. Pero cuando comenzó a transformarse, una espesa tela de araña cayó sobre ella, inmovilizándola. Antes de caer en un profundo sueño mágico, la bella elfa pudo ver a un brujo entre las filas de sus atacantes.
Torvald tampoco lo tenía fácil. El enano tenía a sus pies varios enemigos muertos, pero era tal la superioridad numérica de sus enemigos, que sus diestros ataques no surtían efecto ante la avalancha de esqueletos y zombies que le rodearon. Aún así, el valiente enano siguió luchando y forcejeando contra ellos, incluso cuando una pesada red lo envolvió e inmovilizó.
Sólo quedaba Wulbaif. El paladín estaba totalmente rodeado. Pero su destreza con la espada, unida al poder de la misma, hacía casi imposible que los no-muertos pudieran capturarlo. Había varios montones de ceniza en el suelo, alrededor de Wulbaif, restos de los enemigos que habían sido alcanzados por la espada del paladín. Aún así, el paladín estaba aterrado. Sus amigos habían caído, como en su sueño. No sabía si seguían vivos o no. Había intentado en más de una ocasión, lanzar algún hechizo sagrado, pero lo atacaban constantemente, imposibilitando que pudiera rezar a los dioses. Aún así, gracias a la espada, Wulbaif había podido resistir al ataque.
El líder de la tropa de asaltantes era el brujo que había atrapado a Namis bajo su telaraña mágica. Observó que capturar al paladín costaría muchas bajas. Era algo que no iba a permitir. Aquel ser lanzó un bramido aterrador, mientras levantaba una de sus manos. Al instante, todos los zombies y esqueletos de la zona dejaron de atacar a Wulbaif. El paladín se quedó con la guardia en alto, jadeando por el esfuerzo, mientras observaba a sus enemigos. El brujo dijo algo al gran zombie del arco, en un idioma que Wulbaif no entendía.
El zombie, se acercó a Jezabell, mientras sacaba una flecha de su carcaj. Cuando estuvo a la altura de la mujer, apoyo la punta de la flecha en el cuello de la bruja, y esperó la siguiente orden.
- Depón tu arma, paladín,- dijo el brujo,- o la mujer muere.
Wulbaif miró la escena aterrado. La voz de aquel ser era rasposa y siseante. Wulbaif no podía ver al brujo, pues llevaba una capucha que le tapaba el rostro, pero su voz no era humana. El paladín no tenía más remedio que rendirse. Envainó la espada y levantó las manos, mientras rezaba a sus dioses por que sus amigos estuviesen bien.

Zadhar galopaba a toda velocidad por el camino del bosque. Su mente estaba ofuscada. Al principio, había oído a lo lejos, los sonidos de una batalla, pero no le dio importancia. Lo único importante para él era llegar al castillo. Y aún le quedaba un día para hacerlo. Cabalgaría sin descanso hasta llegar a su destino.

Desarmado y atado, Wulbaif observaba a sus compañeros. Sabía que Torvald estaba vivo, pues no dejaba de forcejear contra la red que lo aprisionaba. Namis dormía plácidamente bajo la telaraña mágica. La elfa había comenzado a cambiar de forma cuando la red la atrapó. Sus manos se habían convertido en garras y su cara tenía rasgos felinos. El paladín sabía que cuando se despertara, Namis volvería a su forma natural. Pero era Jezabell quien más le preocupaba. La bruja tenía una respiración entrecortada y la tez pálida. Estaba inconsciente. Mientras, a su alrededor, los esqueletos y los zombies se preparaban para partir.
Una nube de oscuridad bajó del cielo. Cuando tocó el suelo, un vampiro salió de ella. Tenía la apariencia de un joven humano, de largo pelo negro. El vampiro se arrodilló ante el brujo.
- Mi Señor,- dijo el vampiro. Vuestro plan ha dado resultado. El guerrero cabalga hacia el castillo. Mañana habrá llegado.
- Muy bien, muy bien,- dijo el brujo con su voz rasposa. Abriré un portal y regresaremos. Le prepararemos la bienvenida que se merece, como miembro de mi familia.
Aquellas palabras fueron como una losa para Wulbaif. Aquel ser era el Maestro Kler, de eso no tenía ninguna duda. Y tampoco la tenía sobre su identidad. Era un miembro de la familia de Zadhar. Mientras los sirvientes no-muertos del brujo recogían a sus amigos, el Maestro Kler abrió un portal mágico, por el que fueron pasando todos. El destino del portal: el Castillo del Colmillo Oscuro.

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